English version

El mate del extranjero

Si alguna vez han experimentado la Cultura del Mate como extranjeros, o son Gente de Mate viviendo como extraños en un entorno donde esta bebida es atípica, saben que viajar a lugares distantes o adaptarse a una nueva sociedad puede ser delicado. Nos guste o no, llevamos un equipaje invisible de tradiciones que son difíciles de abandonar. Probar cosas raras suena muy interesante, pero tenemos por naturaleza una resistencia a adquirir costumbres nuevas y dejar las viejas atrás; después de todo, somos parte del lugar de dónde venimos.

Yo nací y me crié en Argentina, aunque mis padres vinieron del Uruguay, y como tanta otra gente en estos países al sur de Sudamérica, crecí con el mate, hábito que varía según el lugar. Mi papá nunca lo tomó, pero mi mamá es muy matera y lo toma en el estilo uruguayo: amargo y fuerte, preferentemente con yerba sin palo, cebado con termo, muy caliente, y siempre en mate de calabaza. Como es de esperarse, siempre estuve rodeada de argentinos que lo toman de diferente manera: en mate de metal o de madera, cebado de la pava –¡lo que significa muy caliente al principio y enfriándose rápidamente!—yerba con palo, y a veces con azúcar, edulcorante, miel, e incluso hierbas. Soy fanática del mate así que acepto alegremente cualquier mate que me ofrezcan, pero cuando vuelvo a casa siempre lo tomo con yerba de Uruguay en el estilo del paisito.

El gran compañero

Cuando tenía 25 años me mudé a Los Ángeles, California, donde viví por más de quince años. Aparte del cambio cultural y de aprender el idioma, mi principal preocupación antes de viajar era “¿Cómo diablos voy a conseguir mate allá?!” Si bien los productos derivados de la yerba mate están siendo cada vez más difundidos alrededor del mundo, mudarse a un lugar donde no tienen esta tradición puede complicar la vida cotidiana. He sabido de mucha Gente de Mate que se ha mudado a otros países y, particularmente los que no viven en grandes ciudades, tienen que pasar por la pesadilla de encargar yerba por internet y esperar un tiempo hasta recibirla o inclusive pedirle a los familiares o amigos que vienen de visita que les traigan unos kilos, lo cual implica planificar con anticipación porque no es de esperarse que un vecino te de algo de yerba si se te acaba.

Al trabajar todo el día en mi propio estudio, no tener mate a mano puede ser catastrófico. Empezar el día sin mate es como intentar arrancar un auto sin gasolina: simplemente no funcionaría. Para alguna gente puede ser complicado tomar mucho mate por problemas estomacales, y otros no pueden tomarlo hacia el final del día; después de todo, es un estimulante y no es recomendable para quienes tienen problemas para dormir. Yo puedo tomar mate desde que me levanto hasta que me acuesto, con comida, solito, en el frío del invierno o cuando el clima esta súper caluroso. Es una buena forma de levantar los niveles de energía y bajar los de la ansiedad. Pero más allá de todo lo que puede decirse acerca de sus beneficios para la salud –la hidratación entre los más importantes—la verdad es que quienes crecimos con esta costumbre la mantenemos por el bien de compartir cuando estamos con otros, y porque el mate es un gran compañero cuando estamos solos.

Amigos nuevos, lugares diferentes

En mi primer casa en LA, tuve mucha suerte de que a tres cuadras nomás se encontraba una panadería argentina que no solamente era una gran proveedora de las tradicionales facturas sino que también vendía nuestros productos típicos, así que mi distribuidor de yerba estaba muy cerquita. Más adelante, comencé a vender mis obras en la Galería Cactus, cuya dueña es hija de argentinos y en ese entonces además de vender arte importaba artesanías de mi país, incluyendo bombillas y mates muy ornamentados. Eventualmente, cuando necesité renovar mi equipo, le compré algunos para mí y otros para regalar.  

Naturalmente, a medida que fui haciendo amigos de diferentes lugares quise darles a probar mi exótico brebaje e incluso que se acostumbraran al ritual diario de esta infusión. Algunas de mis más divertidas anécdotas en LA son de cuando estaba tomando mate. Ya sea en el auto, en el parque o en la puerta de mi casa, la gente usualmente se paraba para preguntarme qué estaba fumando. Recuerdo haber oído una vez: “¡Esa es una pipa muy grande!” Ofrecer mate a quien no tiene idea de qué es, puede ser muy divertido. Luego de impartir una serie de estrictas reglas –nunca toques la bombilla, no te atrevas a revolver, tomalo hasta el final—es entretenido observar las reacciones de quienes lo prueban por primera vez. Una vez en una fiesta, unos paisanos y yo le ofrecimos mate a alguien de México, quien luego de un rato estaba convencido de estar drogado viendo cosas extrañas. Por supuesto, todos le incentivamos esta experiencia psicodélica. Hasta hoy, no estoy segura de quién se burlaba de quién.

A la gente ajena al mate puede resultarle desagradable el hecho de que tomamos de la misma bombilla, y yo tiendo a decirles que quienes venimos del País del Mate no nos enfermamos más que la gente de otros lados, y quién sabe, quizás el hecho de que compartimos este hábito de alguna manera nos fortalece el sistema inmunológico. De la misma manera en que gracias a mis amigos mexicanos ya no puedo tener paltas (aguacates) sin hacer guacamole, me alegra decir que tengo amigos internacionales de Asia, Norteamérica o Europa que ahora tienen un equipo de mate en casa. Creo que se trata de ser capaces de percibir algo que nos es innato a través de los ojos de otro, y de tratar de hacerlo tentador para quienes tengan dudas de probarlo. Y posiblemente esto también nos abra la mente porque podría ayudarnos a ver las costumbres y tradiciones de gente extraña y lugares exóticos como algo más natural.

Patricia Krebs –Buenos Aires, 2018

Comment!