Viajando por el mundo con El Mate
La historia que pretendo contar empieza de noche, en un aeropuerto, mientras espero que se haga la hora de tomar un avión, el 14 de marzo de 2016. Y termina también de noche, 20 meses después, el 14 de octubre de 2017. Termina conmigo tirado boca arriba, en la arena y sobre la inmensidad del Desierto del Thar, en la India, con los ojos fijos en el cielo estrellado de la una de la mañana. Como a lo largo de este año y medio viajando por el mundo, me acompaña El Mate, una de las costumbres simbólicas de mi tierra, la República Argentina.
Lo que para los extranjeros puede significar simplemente una bebida o infusión–algunos te miran hasta con cierto desprecio o demasiada curiosidad- es para los argentinos una actitud social que nos une más allá de diferencias políticas, de simpatizar por Boca o River, de ser rico o pobre, de viejos y chicos, de verano y de invierno. Su leitmotiv: relajarse y conversar, dejarse llevar por una tradición que personifica la cultura y la amistad argentina.
¿Quieres unirte y beber algunos mates?
Las costumbres son complejas. Hay un material específico, palabras que vienen de un lunfardo desconocido incluso en el resto de Sudamérica y diversa preparación, aunque vale aclarar que no hay un manual y lo que realmente importa es el fin de la cuestión: “Nos juntamos a tomar unos mates”.
Puede ser dulce o amargo (yo soy partidario de que NO lleva azúcar y su complemento ideal son las medialunas), varían los sabores de la yerba, se pueden agregar trocitos de limón o naranja, incluso miel o café. Pero basta con calentar el agua (80%), echar yerba y servir. En su fácil receta está el otro éxito de esta tradición.
Mate no usa un reloj
“Y cuál es la hora del Mate?” Bueno, creería que esta es la incógnita que más escucho –se repite a menudo en un tren, un aeropuerto, algún parque- durante mi camino en el exterior. Y mi esfuerzo por responderlo es en vano. Señor extranjero, el mate no usa reloj. Mi modus operandi es llevarlo a todas partes todo el tiempo, aunque reconozco que es de uso popular en la oficina (a media mañana es ideal), se masifica en el desayuno del fin de semana (ideal con el diario del domingo) y otros tantos creen que vale en la merienda para recargar energía. Así y todo, cada argentino tiene su preferido: el mío es, sin lugar a dudas, en el atardecer de alguna playa.
El amor nunca se impone
Si miro hacia atrás, el mate llegó a mi vida cuando tenía 6 ó 7 años. Recuerdo que lo veía como algo de “grandes” y prefería rechazar cierto convite. Pero fue mi viejo el que de a poco –muy de a poco- buscó convencerme. Y creo que en su paso cansino descubrió la fórmula porque creo firmemente que los amores no se imponen, ni siquiera se eligen. Definitivamente son los amores los que optan, los que se le imponen a uno.
Convencerme no habrá sido fácil, sin embargo. Recuerdo las mañanas en que estando de visita en su casa, se acercaba lentamente con el mate y una gran tostada de manteca con dulce de leche (otro clásico argentino). Creo que fue a partir del aroma en mis labios semidormidos donde terminé firmando La Promesa de Fidelidad Eterna al Mate.
En el camino con Mate
Hasta hoy, juntos visitamos 53 países. Viajamos buscando que cada día sea diferente al anterior, lo que tanto necesitábamos. No llevo un número pero estoy convencido de que mil personas de todas partes del mundo ya probaron el Mate. Y saben qué? ¡A casi nadie le gusta!
Pero luego, como por arte de magia, lo saborean de nuevo –y de nuevo- y fluye automáticamente una charla, una nueva amistad y nuevas anécdotas. Efectos de dejarse llevar por el camino y por el Mate…
One thought on “Dame Un Mate Y Vamos a Darle Una Vuelta Al Mundo”
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