Cuando todo esté loco a tu alrededor, Mate te mantendrá equilibrado

Mil Mundos de Mate

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El calor de Asunción

Al primero le dije que sí por curiosidad, pero la segunda vez que me ofrecieron tomar un trago de tereré se me escapó una mirada despectiva que dejaba más que clara mi opinión. El calor de Asunción ponía sus manos en la garganta de cada uno de nosotros, apretando y sacudiendo ferozmente en intentos continuos por hacernos desfallecer. La asfixia del verano húmedo y pesado hacía evidente que la frescura de la infusión era una cuestión de supervivencia más que de innovación exótica, pero en mi fuero interno no podía dejar de sentir que eso de mesclar los yuyos y echarle jugo al mate era un sacrilegio imperdonable.

No pasa mucho tiempo hasta que consigo llenar el termo y saciar las ganas de dar sorbos a un mate caliente, amargo y espumoso, sin demorar demasiado en comprender que tomar tragos cortos de un líquido que rondaba los ochenta grados centígrados de temperatura bajo el ardiente sol del Paraguay exigía una resistencia física y mental tremendas. Un francés que se hallaba junto a mí en aquella comitiva intercontinental se muestra interesado en degustar la versión de la pampa húmeda argentina de aquella infusión y me pide una cebada. Su rostro se arruga como un bollo de papel cuando el jugo toca su lengua y devuelve el mate aun con el líquido flotando en la superficie mientras exclama: “muy fuerte, muy fuerte.”

Cuando todo esté loco a tu alrededor, Mate te mantendrá equilibrado
Cuando todo esté loco a tu alrededor, Mate te mantendrá equilibrado

Estaba solo en mi defensa tradicionalista, aunque sin dejar de creer que  el sabor del viejo y conocido mate amargo valía la pena. Alzando la vista hacia el escenario en que se me había dado caer, la infusión sola dio inicio a una conversación muda sobre su origen, su familia y sus costumbres. Contemplando a los paisanos ir y venir mientras cargaban el equipo de cebado bajo el brazo, pasándose los tererés entre ellos, agraciados y frescos, me asalta el recuerdo de que la palabra “mate” deriva del guaraní “mati”, y que Paraguay junto con Brasil eran las tierras donde ese pueblo indígena se hallaba mayormente asentado. Caigo entonces en la cuenta de que probablemente aquella región estuviese más cerca de la versión original que lo que se estaba en mi propia tierra. Aunque no lo quisiese aceptar, probablemente lo que antiguamente se ingería era más similar a la versión tropical que estaban bebiendo frente a mí que a la versión caliente y amarga con la que yo me hallaba insistiendo por cuenta propia.

El velo de la costumbre

Es un fenómeno común en cualquier cultura ese de crecer convencido de que la forma de hacerlo en tu tierra es la mejor, que las demás son imitaciones, hasta que un día el velo cae al suelo y desnuda una verdad que revela la ingenuidad con la que a veces se pregonan las costumbres.

De niño me era impensable siquiera considerar la idea de tomar un trago de ese yuyo verde sobre el que borboteaba una espuma de aspecto dudoso, y miraba con desagrado cómo los adultos se tragaban sin miramientos todo aquel jugo ponzoñoso. Al tiempo que la infancia cerraba su ciclo, el mate se fue incorporando en mi vida acompañando los estudios universitarios, celebrando reuniones con amigos y hasta decoraba con cierto romanticismo algún paseo en el parque con la chica que flechaba mi corazón. El cuerpo notó el cambio y la sed se acostumbró a ser saciada dando tragos de aquello que antaño me repugnaba, convirtiéndose ahora en el elixir que coronaba con su sabor y fragancia todos los momentos en que la plenitud se realizaba.

El Mate y la sonrisa siempre van juntos
El Mate y la sonrisa siempre van juntos

Mil mundos de mate

Sonreía ante esa ráfaga de recuerdos. Dejó de importar si la versión original era ésta o aquella, ni si la calidad del sabor era una cuestión de perspectiva. Se trataba de un objeto que en sí era inerte, pero sin haberlo notado constituía un símbolo de la historia de mi vida, la historia de mi país, la historia de mis vecinos y la de mis ancestros. Su preparación, su sabor y su presencia significaban algo inconmensurable, una compañía que incluso en ese mismo momento se hallaba participando en la construcción de un recuerdo inolvidable que decoraría la memoria de todos coronando las risas y la amistad con el ruidito final que hace el sorbido de quien quiere exprimir hasta la última gota de jugo.

Elías Rompani

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